Gaming Reviews | Towa and the Guardians of the Sacred Tree

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En un género tan saturado como el de los roguelites, destacar requiere algo verdaderamente especial. Towa and the Guardians of the Sacred Tree no solo lo consigue, sino que redefine lo que esperamos de estas experiencias. Desarrollado por Brownies Inc. y publicado por Bandai Namco, este título fusiona la profundidad narrativa de un JRPG con la jugabilidad adictiva de los roguelites, todo envuelto en una estética inspirada en la mitología Shinto que hipnotiza desde el primer momento.

Como jugador con décadas de experiencia pero relativamente nuevo en los roguelites, me acerqué a Towa (así me gusta decirle con cariño ahora) con escepticismo… y salí completamente convertido. Esta no es otra propuesta genérica; es una de las experiencias más frescas, memorables y emocionalmente resonantes del año. Lo que comienza como una aventura de acción se transforma en una historia íntima sobre sacrificio, estrategia y conexión.

Antes de comenzar, queremos agradecer a Bandai Namco por habernos hecho llegar un código del juego a la redacción de Frames para poder hacer esta reseña que hoy compartimos con todos ustedes.

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Comenzamos

Towa and the Guardians of the Sacred Tree es un roguelite como ningún otro. Comparte similitudes con otros del género como la vista isométrica, y a primera vista parecerá que es uno más pero nada más lejos de eso.

Towa funciona tan bien porque entiende que el alma de un roguelite está en su ciclo de juego. Preparar, correr, morir, repetir. Pero aquí, cada fase fluye con naturalidad. La preparación en Shinju Village no se siente como una lista de tareas: pescar, forjar, conversar, todo tiene peso. Cada acción que tomas antes de salir a una mazmorra afecta directamente tu desempeño. La pesca no es un minijuego decorativo, sino una mecánica que puede cambiar el rumbo de tu siguiente intento. La herrería no es solo una pantalla de estadísticas, sino una experiencia interactiva que recompensa tu atención.

La personalización es profunda y, al principio, abrumadora. Pero pronto se convierte en un vicio: ajustar tu equipo, mejorar tu build, experimentar con combinaciones de personajes y gracias. Cada run se siente distinta, y cada decisión que tomas en la aldea tiene consecuencias tangibles. Es un sistema que te invita a invertir tiempo, y te lo devuelve con creces.

Historia

No esperaba una historia tan elaborada, con tantas voces, interacciones entre los personajes y momentos emotivos. Aunque al principio me pareció algo insípida, con el tiempo cada uno de los personajes fue creciendo en mí, y me fui envolviendo en una trama que vale mucho la pena.

La narrativa está tejida con cuidado en cada rincón del juego. Las conversaciones alrededor de la fogata, los diálogos que evolucionan tras cada run, los jefes que reflejan temas de los guardianes… todo construye una historia que no interrumpe la acción, sino que la enriquece. El sistema de sacrificio, donde el Kagura muere al completar una mazmorra, añade un peso emocional real. No es solo una mecánica: es una decisión que te obliga a pensar en quién estás dispuesto a perder para avanzar.

Y lo más importante: Towa nunca deja que la historia opaque el gameplay. Está ahí si quieres sumergirte, pero nunca te arrastra fuera del ritmo. Es una narrativa que respeta tu tiempo y tu estilo de juego.

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Jugabilidad

El combate de Towa es uno de sus mayores logros. Al principio, lo jugué como cualquier otro roguelite: esquivando sin pensar, atacando sin pausa. Y fracasé. Pero cuando bajé el ritmo, entendí su profundidad. Cada movimiento importa. Cada dash, cada golpe, cada posición en el campo de batalla tiene consecuencias.

Controlas a dos personajes: el Surugi, que lucha cuerpo a cuerpo, y el Kagura, que lanza hechizos. Esta dualidad añade una capa táctica fascinante. El Surugi usa espadas con durabilidad limitada, lo que te obliga a cambiar de arma y estilo constantemente. Al principio, odié esta mecánica. Pero luego entendí que me estaba enseñando a usar todo mi arsenal, a no depender de una sola estrategia. Y cuando lo dominé, tuve algunas de las mejores partidas que he jugado en años.

El sistema de gracias (mejoras que obtienes en cada run) es otro punto brillante. Comienzas con un pequeño buff, como velocidad de dash, y terminas encadenando combos imposibles gracias a las gracias divinas. La progresión es tangible, emocionante y te empuja a experimentar. Cada combinación de Surugi y Kagura cambia tu estilo de juego, y el entrenamiento se convierte en un laboratorio de builds.

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Gráficos

Towa es visualmente deslumbrante. Su estilo artístico tiene una calidad pictórica que recuerda a un cuento ilustrado. Los personajes son memorables, pero son los entornos los que realmente impresionan. La calidez de Shinju Village contrasta con los espacios oníricos y corrompidos por Magatsu, creando una atmósfera que refuerza la narrativa.

Las animaciones de combate, los efectos de partículas, los hechizos… todo está cuidado al detalle. Y la dirección de arte no solo es estética: es funcional. Te guía, te emociona, te sumerge.

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Dificultad

Towa no es el roguelite más difícil que he jugado, pero sí uno de los más exigentes en términos de preparación. Si no eres tolerante a la frustración, este juego puede ser duro. Los game over son frecuentes, pero cada uno te enseña algo. Aprendes a mejorar tus estadísticas, tus armas, tus decisiones.

La curva de aprendizaje es real. Hay muchos sistemas, muchas mecánicas, y el juego espera que experimentes, que falles, que aprendas. Si eres de los que quieren todo explicado desde el inicio, puede sentirse abrumador. Pero si te dejas llevar, descubrirás que cada derrota te acerca a la victoria.

El modo Historia permite disfrutar la narrativa sin estrés, mientras que el modo Normal exige dominio. Yo jugué principalmente en Normal, y aunque me pateó el trasero varias veces, siempre sentí que era justo. El juego no exige perfección, pero sí evolución.

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Contenido

Towa ofrece contenido para decenas de horas. Con 8 personajes únicos, cada uno con estilos de combate y hechizos distintos, decenas de gracias combinables, y una aldea llena de actividades secundarias, hay mucho por hacer. La campaña principal supera fácilmente las 30 horas, y la rejugabilidad es altísima.

La personalización es uno de sus pilares. Al principio puede parecer abrumadora —entre armas, gracias, hechizos, builds y mejoras— pero pronto se vuelve adictiva. El taller de herrería y la pesca no son meras distracciones: afectan tu progreso y te invitan a explorar cada rincón del juego.

Y luego está la música. Compuesta por el legendario Hitoshi Sakimoto (Final Fantasy XII), la banda sonora es una obra maestra. Las piezas tranquilas en la aldea te invitan a quedarte, mientras que los temas de batalla te empujan a seguir adelante. Es una de las mejores bandas sonoras del año en videojuegos. Algunas melodías se quedaron en mi cabeza incluso cuando no estaba jugando.

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Lo positivo

Towa and the Guardians of the Sacred Tree brilla por su sistema de combate dual entre Surugi y Kagura, una mecánica que inyecta profundidad estratégica a cada partida y obliga al jugador a pensar más allá del simple ataque. La narrativa sorprende por su riqueza emocional y por cómo se entrelaza con el gameplay sin interrumpirlo, ofreciendo momentos íntimos y decisiones difíciles que realmente importan. La personalización es otro de sus grandes aciertos: desde la herrería hasta las gracias divinas, cada run se siente como una nueva oportunidad para experimentar y mejorar.

La banda sonora, compuesta por el legendario Hitoshi Sakimoto, eleva cada escena con melodías que conmueven y energizan, convirtiéndose en uno de los mejores acompañamientos musicales del año.

Además, la aldea Shinju no es solo un hub funcional, sino un espacio vivo y narrativo que te hace querer volver tras cada intento, incluso si fallaste. Todo esto se combina con una dirección de arte impecable, que convierte cada rincón del juego en una pintura interactiva.

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Lo negativo

Aunque Towa logra mucho, no está exento de tropiezos. La aleatoriedad de las gracias puede jugar en tu contra desde el inicio de una run, haciendo que incluso con buena preparación, te sientas condenado al fracaso por una mala combinación de mejoras. El sistema de durabilidad de armas, aunque interesante, puede frustrar a quienes prefieren especializarse en un estilo de combate sin interrupciones, especialmente cuando tu arma favorita se rompe en medio de una batalla crucial.

El Kagura, por su parte, se siente subutilizado en el modo cooperativo, donde el segundo jugador tiene menos opciones significativas. Además, la curva de aprendizaje es empinada: el juego espera que experimentes, falles y aprendas, lo cual puede ser abrumador para quienes prefieren una introducción más guiada.

Y aunque los escenarios son bellos, su repetitividad visual se hace evidente tras varias horas de juego, restando algo de frescura a la exploración.

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Towa and the Guardians of the Sacred Tree es mucho más que una sorpresa agradable: es una declaración de lo que los roguelites pueden llegar a ser cuando se les da alma, contexto y propósito.

No se conforma con repetir fórmulas; las transforma. Su sistema de combate en dueto entre Surugi y Kagura no solo es ingenioso, sino que obliga al jugador a pensar, adaptarse y experimentar. Su mundo, inspirado en la mitología Shinto, no es un simple telón de fondo: es un universo vivo, lleno de personajes que importan, decisiones que pesan y momentos que se quedan contigo.

Sí, tiene imperfecciones. La aleatoriedad puede frustrar, y algunas mecánicas como la durabilidad o el rol del Kagura en co-op podrían no convencer a todos. Pero esos detalles palidecen frente a la magnitud de lo que Towa logra. Cada run se siente distinta, cada derrota enseña algo, y cada victoria sabe mejor por todo lo que costó alcanzarla.

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RANK 4/5

Para los fans del roguelite, es una experiencia obligatoria. Para quienes aman los JRPGs, es una puerta inesperada hacia un nuevo tipo de aventura. Y para quienes buscan un juego que mezcle acción trepidante con narrativa emocional, Towa and the Guardians of the Sacred Tree es una joya que no solo se juega: se vive.

No volverás por rutina, sino porque el juego te llama. Porque te deja algo. Porque te hace sentir.

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