Review | Shantae Advance: Risky Revolution

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En serio, ¿23 años ya? Parece mentira, pero así es. Para mí, Shantae ya no es solo esa joya escondida de Game Boy Color; con el tiempo se ha ganado su lugar en la historia de los videojuegos. Y oye, ¡que se respete! Yo llevo con esta serie desde el día uno. Me acuerdo perfecto jugando esa primera aventura… aunque fuera en la Game Boy Color de un amigo. ¡Si hubiera sabido lo que se venía, le robo ese cartucho ahí mismo!

Pero en serio, ese primer Shantae me atrapó por completo. WayForward le metió una mezcla mágica de plataformas, exploración y ese charm tan peculiar que lo volvió un clásico de culto de inmediato. Personajes que se te quedan grabados, unos diálogos bien divertidos y, a pesar de las limitaciones técnicas, una presentación que se salía de todo lo demás. Así que ya se imaginarán el hype que sentí cuando de la nada anunciaron que rescatarían un juego perdido de Shantae, una aventura que llevaba durmiendo el sueño de los justos… ¡más de 20 años!

Shantae Advance: Risky Revolution por fin está aquí. Y no es un remaster ni un remake: es la resurrección de algo que casi ni existió. Y ahora, después de tanto esperar, toca ver si esta genia regresa con toda su magia… o si mejor hubiera seguido guardada en la lámpara.

Antes de continuar con esta reseña, quiero agradecer a WayForward por el código otorgado a Frames, que me permite compartir con ustedes mi experiencia con el juego.

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Comenzamos

Entonces, ¿de qué va este rollo? Pues la cosa está así: Shantae es un plataformero que te recordará a Metroid y a Castlevania II. El original es un título particularmente curioso ya que siempre sorprende lo bien diseñado que está, y éste no es la excepción. En esta ocasión, Risky Boots (la antagonista de Shantae, una pirata muy sexy) anda de malas otra vez y ahora se le ocurrió un plan bien loco para apoderarse de todo Sequin Land… ¡pero con temblores y terremotos! Así es, a la capitana le dio por jugar a las placas tectónicas, y ahora le toca a Shantae y sus cuates pararle el rollo. ¿Cómo? Pues con trabajo en equipo, unos buenos trancazos con su pelo (que duele mucho, lo digo por experiencia) y, claro, con sus pasos de baile mágicos que nunca faltan.

Lo bonito es que aquí hay para todos: si quieres ver a Shantae con gráficos modernotes y bien limpios en HD, puedes. Y si eres de los nostálgicos que extrañan el pixel art de la Game Boy Advance, también hay un modo clásico que se ve padrísimo. ¡Hasta metieron un modo de batalla para 4 jugadores! Eso sí, yo no lo pude probar porque, bueno… la vida de reseñador solitario es dura y mis amigos virtuales aún no llegan.

La verdad, 20 años es un montón de tiempo para esperar un juego. Pero al fin llegó la hora de saber si esta aventura perdida de Shantae valió toda la espera… o si mejor hubiera seguido perdida. ¿Será pura magia o puras fallas? ¡Vamos a descubrirlo!

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Historia

¡Ay, la historia! Bueno, aquí tenemos el clásico rollo de los sábados por la mañana: Risky Boots anda tramando otro de sus planes locos, esta vez moviendo literalmente la tierra bajo nuestros pies, y como siempre, Shantae es la única que puede pararle los pies. Es divertido, sencillo y cumple su propósito de entretener.

Lo interesante es que este juego funciona como un eslabón perdido, una midquel (si es que existe esa palabra) que conecta directamente el primer juego con Risky’s Revenge. Y aunque hace su trabajo y lleva la trama principal hacia donde debe ir, también se toma sus libertades. Usa elementos y recursos que originalmente aparecieron en juegos posteriores, lo cual le da un aire de «¿esto cómo que ya lo viví?», pero siendo justos, la saga nunca ha sido super estricta con su propia cronología (después de Half-Genie Hero, cualquier cosa pasa).

Eso sí, para los fans que esperaban que este juego respondiera algunas de las preguntas grandes de la saga… pues no. El misterio de la mamá de Shantae y todo el rollo de los genios se menciona de pasada, pero no hay respuestas ni grandes revelaciones. Es más bien un guiño para decir «sí, todavía nos acordamos de eso», pero el foco está en la aventura actual.

Al final, la historia es un vehículo para vivir otra aventura divertida con personajes que queremos. Los diálogos son chistosos, las situaciones son absurdas y el tono es el de siempre: ligero, colorido y con mucho corazón. No es una narrativa que vaya a ganar premios, pero sí muchas sonrisas.

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Jugabilidad

¡Aquí es donde el juego realmente brilla! Se siente tan, pero tan bien controlar a Shantae que da gusto. Moverse por los escenarios es una delicia: los saltos responden al instante, los ataques de pelo son rapidísimos y esa sensación de agilidad te recuerda lo mejor de Pirate’s Curse. Pero sin duda, el avance más importante (y que los fans llevábamos pidiendo años) son las transformaciones. ¡Por fin! Ya no tienes que hacer pausas incómodas o esperar a que aparezca el icono correcto. Ahora es cosa de mantener un botón, apuntar en una dirección y ¡zas!, te conviertes al instante en mono, araña o elefante. Así de fácil, así de fluido.

El sistema de magia también regresó, y aunque es un acierto, no es perfecto. Tienes hechizos clásicos como la bola de fuego y la pike ball, que puedes mejorar en las tiendas de forma permanente. Lo único es que la energía mágica solo se recupera con lo que suelten los enemigos, lo que a veces te hace sentir un poco limitado… hasta que consigues la mejora que reduce el consumo de magia. ¡Ahí sí se vuelve una locura! Con eso, la pike ball dura tanto que hasta los jefes se derriten como mantequilla.

Eso nos lleva a los jefes… y aquí la cosa se pone regular. La mayoría son fáciles y se pueden vencer con la clásica técnica de «golpear, esquivar y usar pócimas». No esperes puzzles ingeniosos como en The Legend of Zelda donde tienes que usar tu transformación más nueva para ganar. Es una lástima, porque con lo bien que funcionan las transformaciones instantáneas, era la oportunidad perfecta para diseñar batallas épicas y estratégicas. Pero no, aquí puedes pasar casi todo a puro golpe y curación.

Aun así, la jugabilidad en general es divertidísima. Explorar es un gusto, sobre todo con eso de cambiar entre dos versiones de cada mundo y saltar entre el fondo y el primer plano para resolver puzles. Es una idea tan creativa que le da un giro fresco a la exploración. Y aunque los dungeons no sean los más memorables de la saga, se disfrutan.

En resumen: se siente como un Shantae moderno, ágil y mejorado… solo que con jefes que se quedaron en el pasado.

Gráficos

¡Estoy tan contento con el aspecto de este juego! Los diseños de Shantae de Risky’s Revenge y Pirate’s Curse siempre han sido mis favoritos. Luego llegó Half-Genie Hero, y eso fue una pena por muchas razones, pero el rediseño dolió más. Seven Sirens lo arregló un poco, pero Risky Revolution… los diseños, tanto en píxeles como en retratos, nunca han lucido mejor. 

Dicho esto, el estilo artístico moderno y limpio a veces desentona con la esencia de un juego de GBA. Parte de mí desearía que hubiéramos tenido el arte original completamente terminado, pero entiendo que solo se hizo una parte y era imposible replicarlo o igualarlo fielmente. Si WayForward decide que esta es la nueva dirección visual de Shantae de ahora en adelante, estoy totalmente a favor. ¡Todos lucen fantásticos en este juego!

La música también es genial. Tenemos algunos favoritos que regresan y un puñado de nuevos temas para acompañar el ritmo. Maddie Limb, la nueva compositora (que también trabajó en el remake de Advance Wars), ahora dirige la banda sonora. Y aunque extraño al legendario Jake Kaufman, Limb hace un trabajo fantástico. Para contextualizar: el último trabajo de Jake Kaufman fue Half-Genie Hero; Seven Sirens contó con un gran equipo de Brave Wave que hizo música decente, pero no se parecía en nada al sonido clásico de Shantae. Limb comprendió la tarea: hizo buenos arreglos de la obra de Jake y las canciones originales iban desde bastante buenas hasta casi perfectas. El tema del Laberinto vuelve a ser misterioso y emocionante, los temas del mundo exterior volvieron a tener influencia de la casa, e imitaron admirablemente el estilo de Jake. Usó muy bien el audio de la GBA y creó melodías geniales que se quedan grabadas. Nunca reemplazará a Jake, pero si hace más juegos de Shantae, podría ser una gran sucesora.

Dificultad

Como es típico en la saga, Shantae Advance: Risky Revolution es un juego accesible. No esperes una experiencia brutalmente difícil, sino un desafío constante pero manejable, perfecto para jugadores de todos los niveles.

Donde más se nota esto es en los jefes. La mayoría son bastante fáciles y se pueden vencer con una estrategia simple: esquivar sus patrones de ataque y golpear hasta ganar. Un jefe en particular, un tipo gordo que se la pasa comiendo pastel, es especialmente sencillo, casi una broma. Los demás son entretenidos, pero les falta esa chispa de ingenio que caracterizaba a los encuentros con jefes en juegos anteriores de Shantae, que solían sentirse más como puzzles donde usar tu transformación más reciente era clave.

Aquí, esa inteligencia no está presente. Puedes simplemente aguantar los golpes y curarte con pócimas cada vez que te dañen, sin necesidad de una estrategia elaborada. Quizá para el primer y último jefe necesites esforzarte un poco más, pero después de eso, puedes apagar el cerebro y limitarte a atacar.

No me molesta que el juego sea fácil. Al fin y al cabo, Shantae siempre ha sido una serie pensada para que también la disfruten jugadores más casuales o jóvenes (a pesar de algunos diseños de personajes un poco… sugerentes). Es genial que existan juegos así. Mi problema real es que, con lo bien que funcionan las transformaciones instantáneas en este juego, era la oportunidad perfecta para diseñar jefes más inteligentes que las integraran de manera obligatoria. Es una lástima que no lo hayan hecho y se hayan conformado con un diseño más simple.

En resumen, la dificultad general del juego es baja pero divertida. El desafío real y más disfrutable está en la exploración y los puzles de las etapas, no en los enfrentamientos con jefes.

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Contenido

Mi partida al 100% me llevó poco menos de 7 horas y media. Para que se den una idea, soy fan de la saga y me la devoré rápido, pero es una duración bastante estándar y respetable para un juego de Shantae.

El contenido principal consiste en explorar zonas, recolectar gemas, desbloquear transformaciones y completar mazmorras. El coleccionable principal son los 50 calamares secretos escondidos por todo el mundo. Encontrarlos todos te da una recompensa… que seguro ya te imaginas si conoces la saga (¡va para los fans más dedicados!).

La estructura del juego es bastante clara y, hay que decirlo, un poco repetitiva. El ciclo es así: consigues un mapa para un pueblo, vas allí, hablas con personajes, consigues un mapa para una zona de exploración, encuentras una cripta para una nueva transformación, usas esa transformación para entrar a una mazmorra, la completas, rescatas a un personaje y regresas al pueblo principal para que te manden a buscar un objeto. Repite esto tres veces y listo.

Esta fórmula no es nada nuevo en Shantae, pero aquí se siente un poco más evidente. En una entrevista, el director mencionó que el 70% del juego original ya estaba terminado, y se nota un poco. Los pueblos y los caminos entre zonas son funcionales, pero les falta ese extra de vida y detalles que tienen otros juegos de la serie. Son un poco más simples y con menos personajes secundarios con los que interactuar.

Aunque la estructura sea predecible, el juego se salva por dos cosas: primero, los diálogos son divertidísimos y te mantienen enganchado con la historia. Y segundo, la mecánica de intercambiar versiones de cada zona para resolver puzles es tan ingeniosa que hace que la exploración valga mucho la pena.

¿Y después de terminarlo? La rejugabilidad es moderada. Es un juego tan disfrutable que sin duda vas a querer volver a jugarlo unas cuantas veces, pero probablemente no tantas como sus predecesores. Entre la estructura un poco lineal y que el salto se siente más pesado, yo mismo calculo que le daré unas 4 o 5 partidas, en lugar de las 15 que les he dedicado a joyas como Pirate’s Curse o Half-Genie Hero.

Lo positivo

¡Uff, donde más brilla este juego es en lo positivo! Para empezar, se siente de maravilla jugarlo. Los controles son super responsivos y ese movimiento ágil le da una fluidez que hasta recuerda a Pirate’s Curse. Pero el avance más grande, sin duda, son las transformaciones. Por fin, después de tantos juegos, dejaron de ser un trámite lento. Ahora es cuestión de mantener un botón, elegir la dirección y ¡pum!, ya eres un mono o una araña al instante. Eso le cambia la vida a la exploración y lo hace sentir muchísimo más moderno.

Y hablando de lo visual, ¡qué belleza de juego! Los diseños de los personajes están en su punto máximo. Siento que por fin encontraron un estilo que une lo clásico con lo moderno de una forma muy coherente. Es el Shantae visual que siempre quise después de Half-Genie Hero.

Pero para mí, el verdadero golpe de gracia es el humor. Este es, sin exagerar, el juego más divertido y ocurrente de la saga desde Pirate’s Curse. Los diálogos son brillantes, los personajes tienen momentos memorables y hasta los NPCs random sueltan cada cosa que me sacó risas genuinas. Después de la escritura un tanto cínica de Seven Sirens, esto fue un regreso glorioso al tono sarcástico y simpático que siempre caracterizó a la serie.

La música también merece una mención de honor. Maddie Limb entendió perfectamente la tarea. Logró capturar esa esencia de Jake Kaufman, con esos ritmos con influencia de house y melodías del Medio Oriente que tanto nos gustan. Hizo arreglos respetuosos de los temas clásicos y compuso temas nuevos que se me quedaron grabados. 

Y por último, pero no menos importante, está esa mecánica de cambiar la versión de cada zona. Eso de alterar el mundo para resolver puzles y descubrir secretos es ingenioso, desafiante y le da un giro fantástico a la exploración. Es justo el tipo de ideas frescas que quería ver.

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Lo negativo

Bueno, hay que ser honesto, el juego no es perfecto y sí le aflojan algunas tuercas. Para empezar, siento que en algunas mecánicas se nota que es un juego que comenzó su desarrollo hace 20 años. Los jefes, por ejemplo, son bastante simples. Seamos claros: la mayoría se resuelven esquivando un par de patrones y machacando el botón de ataque. Aquí, con unas pocas pócimas curativas, puedes aguantar los golpes y salir victorioso sin mayor estrategia. ¡Qué desperdicio, sobre todo con lo bien que funcionan las transformaciones instantáneas! Era la oportunidad perfecta para diseñar peleas únicas y no se aprovechó.

Hablando de eso, el sistema de magia, aunque está bien tenerlo de vuelta, no me convence del todo. Que la energía mágica solo se recupere con lo que suelten los enemigos le quita fluidez. Terminas guardando tu magia «por si acaso» en lugar de usarla libremente, hasta que consigues la mejora que reduce el consumo, ahí sí se vuelve divertido.

La estructura también se siente un poquito… fórmulaica. El ciclo de «consigue mapa, ve al pueblo, desbloquea cripta, limpia mazmorra» se repite de manera muy evidente a lo largo de la aventura. Y aunque los diálogos son tan buenos que te mantienen enganchado, se nota que el «tejido conectivo» del mundo es más simple. Los pueblos son pequeños y con menos personajes secundarios de lo que me hubiera gustado, un recordatorio de que esto se armó con un proyecto inconcluso de hace dos décadas.

Por último, un detalle de gameplay: el salto de Shantae se siente un poco más pesado que en otros juegos. No es algo que te vuelva loco, pero sí afecta un poco esa sensación de agilidad tipo mariposa a la que estábamos acostumbrados.

Y aunque la historia funciona bien como puente hacia Risky’s Revenge, los fans que esperaban respuestas sobre los misterios más grandes de la saga (como el paradero de la mamá de Shantae) se quedarán con las ganas. Este no era el juego para eso.

Pero bueno, son pecados que se perdonan fácilmente cuando el conjunto es tan disfrutable.

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Conclusión

Shantae Advance: Risky Revolution es mucho más que un simple proyecto recuperado: es un viaje en el tiempo que valió cada año de espera.

Logra capturar la esencia pura de la serie con unos controles tan afinados que se sienten modernos, unas transformaciones por fin instantáneas que cambian todo y un humor que te sacará más de una risa. Aunque sus jefes y su estructura son recordatorios de su origen en el pasado, el conjunto es tan disfrutable, vibrante y honesto que es imposible no rendirse ante su encanto.

No es solo un tributo a lo que pudo ser; es una gran aventura que, contra todo pronóstico, encontró su momento perfecto para brillar.

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RANK 4/5

Cuidado: este juego provoca impulsos de transformarse en mono y bailar en plena calle. ¡No me hago responsable!

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