Uno de mis primeros juegos en el Atari 2600 —recibido como regalo de Navidad allá por 1985— fue Pac-Man, la versión casera del clásico de las maquinitas. Si bien se trataba de una conversión que dejaba bastante que desear, para mí, un niño de 6 años, fue suficiente para mantenerme enganchado durante semanas. Así fue como Pac-Man se convirtió en la primera mascota identificable de los videojuegos en mi vida (sí, antes que Mario), y hasta el día de hoy conservo buenos recuerdos. Aunque no he jugado todos los títulos que protagoniza, siempre estoy atento a los remakes, versiones alternas o relanzamientos de los clásicos en los que aparece el entrañable amigo amarillo.
Antes de continuar con esta reseña, agradecemos a Bandai Namco por habernos proporcionado una copia del juego para su revisión anticipada.
Recuerdo claramente el momento en que Shadow Labyrinth fue anunciado hace unos meses, específicamente en diciembre de 2024 durante los The Game Awards. Sinceramente, fue una sorpresa. Un acercamiento oscuro y con estética edgy a una de las mascotas más queridas y bonachonas de todos los tiempos, en un título tipo metroidvania, llamó de inmediato mi atención. Sin embargo, también evocó recuerdos poco gratos de otro experimento lanzado en 2006, protagonizado por otro personaje entrañable: Bomberman: Act Zero.
Afortunadamente, este no es el caso. Shadow Labyrinth logra posicionarse como un juego digno de formar parte de la mitología de Pac-Man, y aún más importante: digno de tu atención y de que te aventures a descubrir los misterios que encierra.
Comenzamos
Como jugador de la vieja guardia, con 45 años y una trayectoria que incluye haber gastado una cantidad innombrable de monedas en los primeros Pac-Man y Ms. Pac-Man en las arcadias, así como en sus versiones caseras, spin-offs y apariciones especiales en títulos tan variados como Street Fighter X Tekken, Just Dance, Super Smash Bros. Ultimate, y las entregas modernas como Pac-Man Championship Edition (que personalmente me han encantado), debo admitir que me acerqué con bastantes dudas al juego que nos ocupa hoy.
Y es que, si se describe sin haberlo jugado, la idea detrás de Shadow Labyrinth resulta, como mínimo, preocupante: ¿un Pac-Man dentro de un Metroidvania, convertido en un mecha gigante que lanza rayos láser por la boca, se agranda y devora a enemigos monstruosos? Suena más bien a producto de una borrachera creativa… o a uno de esos fanfics que abundan en Internet.
Pero lo más sorprendente es que funciona.
Historia
Antes que nada, y lo digo con toda seriedad, recomiendo sintonizar Prime Video y reproducir el cortometraje animado Pac-Man: Circle, parte de la serie Secret Level, antes de tomar el control. Se trata de un corto gore y oscuro, completamente alejado de lo que esperarías de un show sobre Pac-Man. El protagonista, similar a un Mudokon de Oddworld, tiene la misión de devorar enemigos para sobrevivir, acompañado únicamente por Puck, su guía. Puck lo instruye a comer cada vez más para volverse más fuerte y poder escapar del laberinto en el que están atrapados. Esta deconstrucción, llena de horror, vísceras y sangre, crea el marco perfecto para comprender el tono que propone Shadow Labyrinth.
Ya en el juego, el personaje principal que controlamos es un misterioso individuo envuelto en una capa, conocido como “Swordsman Número 8”. Despierta tras lo que parece ser un aterrizaje forzoso en una cápsula de escape espacial, auxiliado por Puck: una criatura robótica, redonda y amarilla que lo acompaña en todo momento, brindando consejos y potenciando sus habilidades y movimientos.
Podría detenerme aquí y avanzar con la reseña, pero no sería justo. Lo que sigue merece atención.
A poco de su anuncio, Bandai Namco reveló oficialmente que Shadow Labyrinth, además de estar inspirado en Pac-Man, se inserta dentro de un universo compartido con otros títulos de la compañía. Sí, estamos hablando de clásicos… y también de juegos tan oscuros que solo alguien con un historial como el mío los reconocería. Por mencionar algunos: Ace Combat 3: Electrosphere, Cyber Sled, Galaxian, Galaga, Dig Dug, Mr. Driller, Starblade, Baraduke, entre otros. Este universo abarca una línea temporal que inicia en el año 2040 (Ace Combat 3) y concluye en 7650 (Thunder Ceptor), situando a Shadow Labyrinth en el año 3333.
Es una idea ambiciosa, sí. Pero funciona. Y, personalmente, la compro sin dudar.
Jugabilidad
Nos encontramos ante un Metroidvania, es decir, un juego en 2D completamente interconectado, donde la exploración se realiza de manera no lineal. Para avanzar, es necesario obtener nuevos objetos o habilidades que desbloquean áreas previamente inaccesibles, enfrentarse a jefes y superar diversos desafíos.
La jugabilidad es intuitiva, fácil de comprender y se siente orgánica. En un principio, el sistema de combate me recordó a los Castlevania, mientras que los elementos de plataforma evocan títulos como Child of Light, Ori and the Blind Forest y, en ciertos momentos, Celeste. ¿Por qué? Porque en algunas secciones tomamos el control de Puck, quien puede transformarse en una versión de Pac-Man, adherirse a paredes o utilizar una especie de gancho para desplazarse.
A lo largo del juego, te encontrarás con habitaciones sin salida a menos que elimines al jefe, los jefes en turno o a hordas completas de enemigos. El personaje principal cuenta con una mecánica de esquiva que se activa presionando uno de los botones laterales del control justo cuando el enemigo está a punto de atacar —momento que se señala con una breve luz roja—, permitiéndote posicionarte estratégicamente detrás del rival y contraatacar con todo tu arsenal.
Una vez que obtienes cierto objeto clave, puedes transformarte en un poderoso mecha llamado Gaia activando ambos análogos del control. Sí, así como lo lees: una transformación que cambia completamente el ritmo del combate.
Como en todo buen título del género, también encontrarás puntos de guardado, tiendas para adquirir objetos o mejoras, y puntos de control. Algunos están ubicados bastante lejos entre sí, pero de eso hablaremos más adelante.
Gráficos
Shadow Labyrinth no escatima en sombras: cada rincón parece diseñado por un artista gótico con acceso ilimitado a filtros de neblina y una obsesión por la paleta gris. Las texturas están bien logradas, pero lo que si brilla (sin ánimo de sonar a chiste) con luz propia es la iluminación del juego. Además de que juega un papel clave a la hora de jugar, los detalles de las zonas oscuras así como las que tienen más brillo, te hacen sentir inmerso en un laberinto que a veces es como estar en una caverna, otras en un árbol gigante, y otras en una nave espacial. Los personajes y criaturas están diseñados con un nivel de detalle que querrás acercarte a la televisión para ver más de cerca esos ojos rojos que quieren eliminarte… te recomiendo que no lo hagas. El juego está desarrollado en el motor Unity Engine, por si tenías el pendiente.
Todo está en 2D, en lo que parecer ser un arte dibujado a mano, y eso le da mucha personalidad al juego.
Los efectos visuales durante los combates y las transformaciones son bastante efectivas, y muy a tono con la estética oscura del juego.
Dificultad
Aprender a jugar Shadow Labyrinth es como montar una bicicleta con ruedas cuadradas: al principio parece fácil, pero dominarlo requiere paciencia, precisión, y probablemente unas cuantas sesiones de terapia gamer. Me explico: el juego te exige conocer la física de tu personaje como si fuera tu mejor amigo: cuánto pesa, a que velocidad camina, y que tan rápido puede esquivar antes de que una criatura lo haga papilla.
No hay niveles de dificultad seleccionables, y no por eso te lo pone fácil: los puntos de guardado son muy escasos, y cada muerte puede significar volver a recorrer una sección que ya conoces casi con los ojos cerrados. Y claro que me pasó, que cuando me encontraba a nada de pasar a un cuarto para poder guardar el juego, me eliminaban y tenía que ir de vuelta todo el maldito mapa hasta llegar al punto mencionado. Eso sí, el oro acumulado se conserva, como una especie de consuelo que te hace sentir que no está todo perdido… aunque hayas perdido 10 vidas antes.
Contenido
Estamos ante el juego más extenso inspirado en Pac-Man que se haya hecho hasta ahora: completarlo te tomará unas 30 horas, y probablemente más si eres de los jugadores meticulosos que no pueden dejar una habitación sin revisar y se incomodan al ver secciones del mapa sin iluminar.
Shadow Labyrinth impresiona por la amplitud de sus mapas, pero lo que realmente me sorprendió fue la cantidad de referencias y detalles pensados especialmente para quienes crecieron jugando. Por ejemplo, al tomar el control de Puck, el juego gana una capa adicional de profundidad: se transforma en un Pac-Man clásico con todas sus implicaciones. La nostalgia se manifiesta claramente (sí, incluyendo los mismos efectos de sonido que escuchamos hace más de 40 años), pero también existe un reto ingenioso cada vez que se utiliza esta mecánica.
Sin duda, fue la parte que más disfruté: controlar a Puck, con la posibilidad de atacar, saltar y detenerse para reflexionar sobre la estrategia, aporta una dimensión que distingue al juego dentro del género. Aunque pueda parecer una mecánica sencilla al principio, con el paso de las horas se revela como una integración acertada y bien ejecutada.
Lo positivo
Me encanta que el juego forme parte de un universo narrativo que trasciende los límites tradicionales de los títulos de Pac-Man, y que seguramente se expandirá en una posible secuela. Disfruté enormemente los guiños a otros juegos, como Dig Dug. En cierto momento, me encontré con unos enemigos de ojos grandes que parecían estar bailando, y para derrotarlos fue clave reconocer que se trataba de Pookas, personajes recurrentes en el universo de Pac-Man. También fue grato toparme con Fygar, el simpático dinosaurio de Dig Dug, sobre el cual prefiero no revelar detalles para que cada jugador pueda descubrirlo por sí mismo.
Aunque no suelo disfrutar de juegos con ambientaciones tan oscuras y con estética “edgy”, hay algo en Shadow Labyrinth que me resulta particularmente atractivo. Tal vez se deba a que el juego se esfuerza por ofrecer una reinterpretación del clásico Pac-Man, manteniendo su esencia pero apostando por una experiencia de juego fresca y entretenida. Y lo consigue.
Lo negativo
No sé si sea señal de que me estoy haciendo viejo, pero la ausencia de puntos de guardado o puntos de control en el mapa terminó por desesperarme. Está bien que el juego tenga un nivel de dificultad elevado, pero cuando ese desafío se deriva de tener que repetir un nivel completo por un error mínimo, me parece una fórmula que hoy en día ya no resulta efectiva. Tal vez, si pienso que se hizo con la intención de evocar la jugabilidad retro —aquella donde cometer un error significaba empezar desde el principio—, puedo entenderlo, aunque mi paciencia actual ya no alcanza para ello.
Otro aspecto que me gustaría señalar es el sistema de salud del personaje. Nunca he sido fan de los juegos que lo representan mediante simples cuadros, ya que es difícil estimar cuántos impactos enemigos se pueden resistir. En ese sentido, prefiero los indicadores más clásicos, como las múltiples líneas de vida en los arcades de Tortugas Ninja, o una barra continua de salud al estilo Street Fighter.
RANK 4/5
Conclusión
Volviendo al punto inicial de esta reseña, Shadow Labyrinth es un juego que, en teoría, no debería funcionar. Una propuesta oscura en la que controlas a Pac-Man solo de forma puntual, combinando un Metroidvania con mecánicas clásicas del personaje y, en ocasiones, convirtiéndolo en un mecha que devora los restos de sus enemigos, todo dentro de una narrativa que se conecta con otros juegos mediante una línea temporal que abarca miles de años y se inicia con un título de combate aéreo. Suena improbable. Pero funciona, y lo hace de forma casi milagrosa.
Aquí hay algo para todos los gustos, y tanto si eres un veterano familiarizado con las múltiples referencias que aparecen en pantalla como si este es tu primer acercamiento al universo de Pac-Man, te espera un reto exigente y duradero que supera en extensión a muchos títulos del género. Con un precio realmente accesible, el conjunto completo se convierte en una opción imperdible para quienes buscan horas de plataformeo, exploración y resolución de acertijos bien ejecutados.
