Gaming Reviews | Hannah
14 de noviembre, 2024
Desde niño, siempre he estado muy cerca de los videojuegos. Uno de mis favoritos era Mega Man. La variedad de robots que enfrentabas en cada nivel me hacía increíblemente feliz. Recuerdo que en la escuela me dedicaba a hacer figuras de robots con plastilina, imaginando que un día Capcom recibiría mi carta con ideas para nuevos enemigos. Claro, eso jamás sucedió, y con el tiempo me di cuenta de que en nuestro país, México, y en general en Latinoamérica, no figurábamos como desarrolladores de videojuegos. Había muchas razones detrás de esto, algunas complejas de abordar.
Afortunadamente, la industria en México y Latinoamérica ha crecido a pasos agigantados, y hoy tenemos juegos que son dignos de reconocimiento a nivel internacional. Un claro ejemplo es Hannah, un título que, aunque había escuchado de él a través de colegas, no había tenido la oportunidad de explorar hasta ahora. Mi sorpresa fue enorme cuando me adentré en su historia, descubriendo que estaba frente a un juego que no solo tiene una narrativa envolvente, sino también un lore profundo que habla del desarrollo humano y de cómo nuestras experiencias en la niñez moldean nuestra vida adulta.
Antes de comenzar agradezco a los chicos de Space Boy, por hacer llegar a la redacción de Frames una copia de Hannah, entendemos a la perfección todo lo que conllevo y de nuestro lado la tratamos con todo el respeto que se merece para esta reseña.
Comenzamos
La niñez es una etapa crucial en la vida de cualquier persona. Es ese momento en que las experiencias, tanto buenas como malas, dejan una huella profunda que influye en quién seremos más adelante. Y Hannah captura esa esencia de manera magistral. El juego nos sumerge en los ecos de una infancia marcada por momentos que muchos preferirían olvidar, pero que terminan siendo los pilares de la historia.
En Hannah, se explora cómo los traumas infantiles y las dificultades del crecimiento influyen directamente en la vida adulta, en las decisiones y en los miedos. La protagonista enfrenta estos recuerdos, y cada rincón del juego está cargado de simbolismos que nos invitan a reflexionar sobre nuestras propias cicatrices. Los detalles del entorno y las mecánicas narrativas logran crear una atmósfera que resuena en lo más profundo de nosotros, llevándonos a confrontar nuestros propios fantasmas de la niñez.
Una de las grandes virtudes de Hannah es cómo aborda estos temas tan personales de una manera íntima, pero sin caer en lo obvio. Al igual que en la vida real, los padres de Hannah juegan un rol crucial, ya sea conscientes o no de los traumas que ella arrastra. Esto nos lleva a reflexionar sobre algo muy importante: ¿cuántos padres realmente perciben lo que sus hijos están experimentando? Si no son capaces de ver estas señales, de escuchar o de acompañar, ¿realmente están cumpliendo con su papel de protectores?
Es una pregunta que el juego nos deja, mientras seguimos a Hannah en su lucha interna por enfrentarse a los recuerdos que, aunque enterrados, siguen vivos y latentes en su mente.
Historia
Hannah es un viaje a través de los recuerdos y traumas de una infancia que, sin duda, podría describirse como rota. A lo largo del juego, ella se enfrenta a los fantasmas de su pasado, y aunque resulta extraño e inquietante, cuenta con la ayuda de una especie de entidad que a mi impresionó la primera vez que lo vi. La narrativa sigue a Hannah buscando su muñeca mientras revive momentos clave de su niñez, marcados por la desconexión emocional con sus padres y una soledad abrumadora. Conforme avanza la historia y vas recuperando partes de su muñeca, Hannah se encuentra con manifestaciones físicas de sus miedos y traumas, que representan las cicatrices emocionales que quizás no lo sabe pero la dejarán marcada.
Una de las cosas más fascinantes es cómo estas escenas clave se presentan a través de dispositivos modernos de los años 90. Es una auténtica inyección de nostalgia ver las cinemáticas en una televisión CRT mientras colocas un cassette VHS. Esto me transportó inmediatamente a esa época. A veces me quedaba unos momentos contemplando lo que simulaba ser un cuarto, apreciando todos los detalles que aparecían en ese espacio.
Uno de los niveles más impactantes muestra a varias personas bailando en una fiesta. Esta escena me recordó mucho a mi infancia, cuando asistía a reuniones familiares. Había adultos bailando, bebiendo, riendo, y yo observaba desde una esquina, sintiendo esa desconexión, esa sensación de estar presente pero a la vez invisible. En Hannah, este nivel simboliza ese mismo sentimiento de aislamiento, donde el caos y la celebración de los demás contrastan con la profunda soledad interna que la protagonista experimenta.
Hannah es un juego que nos invita a reflexionar sobre cómo esos pequeños momentos, aparentemente insignificantes, pueden definir quiénes somos y cómo arrastramos esas memorias a lo largo de nuestras vidas. No quiero entrar en demasiados detalles sobre la trama, ya que lo ideal es que lo descubras por ti mismo y le des tu propio significado.
Jugabilidad
El gameplay de Hannah me hizo recordar esos viejos juegos de plataformas 3D que marcaban la infancia de muchos, pero con una vuelta de tuerca única: los puzzles. No es solo avanzar sin más, sino que cada acertijo te obliga a detenerte y reflexionar, como si el propio juego te estuviera pidiendo que respires y observes. Por ejemplo, cuando te piden juntar tres poleas, no puedes simplemente correr por ahí esperando encontrarlas en cualquier lado; tienes que explorar a fondo, revisar cada rincón del escenario, casi como un niño buscando algo escondido, como aquellos momentos de curiosidad pura que uno tenía de pequeño, cuando todo era un descubrimiento.
Lo curioso de esta dinámica es que, a medida que resuelves estos puzzles, comienzas a notar cosas que antes no veías. Cada vez que regresaba a un nivel, me daba cuenta de pequeños detalles que me habían pasado desapercibidos en mi primera pasada: una grieta en la pared que parece contar su propia historia, el brillo tenue de una lámpara que me recordó los viejos cuartos de mi infancia, cuando la luz parecía tener algo mágico. Es como si el juego me estuviera invitando a sumergirme en su mundo con los ojos de un niño, a redescubrir esos momentos que parecían perdidos, pero que siguen ahí, esperando ser vistos.
Y es que cada puzzle no solo es un reto, sino una excusa para detenerme y conectar con ese ambiente, casi como un viaje al pasado. Ese toque nostálgico que el juego sabe dar, donde cada rincón esconde algo que te hace sentir como si estuvieras buscando fragmentos olvidados de tu propia historia. Esos momentos de pausa, de reflexión, son los que realmente me hicieron sentir que Hannah no solo es un juego, sino una experiencia que te permite reencontrarte contigo mismo, con tu niño interior.
Gráficos
Los gráficos de Hannah tienen una mezcla única de nostalgia y modernidad. El juego logra una estética retro que recuerda a los clásicos de los 90’s, pero con detalles que le dan vida y profundidad. Las texturas y sombras, aunque sencillas, crean una atmósfera envolvente que te transporta a una época llena de recuerdos.
Los escenarios, llenos de detalles como paredes agrietadas y luces tenues, te invitan a explorar y descubrir historias ocultas, mientras que los personajes, aunque simples, transmiten una emotividad que te conecta rápidamente. Esos pequeños toques visuales, junto con el poder del Unreal Engine, hacen que el juego no solo se vea bien, sino que te haga sentir parte de su mundo y lo mejor de todo te haga recordar la mejor etapa de tu vida que en su momento no lo sabías.
Dificultad
La dificultad en Hannah me sorprendió porque no es el tipo de juego que te guía de la mano. Tienes que explorar, resolver acertijos y estar atento a los detalles, algo que me recordó a los juegos clásicos de mi infancia, donde cada pequeño avance se sentía como un gran logro. Hay momentos en los que te detienes a pensar y otros en los que la precisión en los saltos puede ser frustrante, pero nunca llega a ser injusto.
Lo que más aprecio es cómo el juego te reta no solo a nivel técnico, sino también emocionalmente. Aunque el control puede sentirse impreciso en algunos movimientos, sobre todo cuando necesitas precisión, esos momentos no opacan la experiencia del todo. Al contrario, hacen que cada avance se sienta más personal, como si realmente estuvieras superando un reto tanto en el juego como en ti mismo.
Lo positivo
Hannah es una joya de los videojuegos independientes, creada por manos 100% mexicanas, lo que le otorga una identidad única. Su historia aborda temas universales como el trauma y la soledad, pero lo hace de una manera profunda y original, algo que rara vez se ve en este medio. Aunque toca temas conocidos por todos, el enfoque del juego ofrece una perspectiva fresca y emotiva, invitando a la reflexión personal mientras recorres el viaje de la protagonista.
El juego destaca por su autenticidad y pasión en cada detalle, desde la narrativa hasta los gráficos. Como título independiente, demuestra el talento de los desarrolladores mexicanos y su capacidad para crear experiencias impactantes. Hannah no solo es un juego, sino una obra que demuestra el potencial de la industria de videojuegos en México y Latinoamérica, combinando emoción, originalidad y una historia profundamente humana.
Lo negativo
Aunque Hannah es un juego increíblemente bien hecho, no está exento de algunos detalles que pueden afectar la experiencia de juego. Uno de los puntos más notables es la precisión del control, especialmente en momentos en los que debes saltar entre plataformas que requieren exactitud. A veces, el salto no responde con la precisión esperada, lo que puede resultar frustrante cuando estás tratando de aterrizar en un lugar pequeño o difícil de alcanzar.
La cámara que si bien se explicó el por qué tiene esa dinámica, al inicio puede que te saque de contexto ya que algo que en lo personal nunca había experimentando, sin embargo, soy alguien que ve los cambios y ajustes de buena forma por lo que es cuestión de acostumbrarse, pero si deben tener cuidado con otros gamers que quizás no tengan esta tolerancia a implementaciones que se sienten drásticas.
Otro detalle son las texturas: aunque están bien definidas, a veces puedes pensar que puedes usar ciertas superficies como soporte para caer, solo para descubrir que no es así, lo que puede llevar a caídas innecesarias al vacío. Esto rompe un poco la inmersión y genera algunas distracciones durante la jugabilidad.
También me encontré con un par de bugs menores. El primero ocurrió cuando un enemigo explotaba y, si saltaba en el momento adecuado, Hannah realizaba un salto gigantesco que me permitió alcanzar prácticamente la otra sección del nivel. No estoy seguro si esto es un error o una mecánica intencionada, pero es algo que me llamó la atención. El otro fue un bug en el que me quedé atrapado en ciertas zonas del nivel, sin poder salir, lo que me obligó a reiniciar el juego. Sin embargo, estos inconvenientes no afectaron de manera significativa la experiencia global, ya que son fáciles de solucionar con algo de paciencia, y probablemente puedan resolverse con un parche futuro.
Los enemigos, realmente pediría más variedad.
Por otro lado, siendo un jugador de la vieja escuela, y particularmente por un juego de naves, estoy acostumbrado a que el movimiento vertical sea invertido. Esto se ha vuelto algo tan natural para mí que me resultó un poco complicado adaptarme a la configuración de Hannah, donde no encontré la opción para invertir este movimiento. Aunque esto puede parecer algo menor, personalmente me dificultó un poco la experiencia, aunque entiendo que esto es más una preferencia de nicho y no afectará a todos los jugadores de la misma manera.
En general, estos pequeños problemas no empañan la experiencia, pero sí se notan en algunos momentos. Con ajustes o correcciones, el juego podría alcanzar su máximo potencial y hacer la experiencia aún más pulida.
Conclusión
Hannah es más que un simple juego, es un reflejo de esos sueños que muchos de nosotros tuvimos cuando éramos niños. Recuerdo cómo, de pequeño, me sentaba a moldear robots de plastilina, imaginando que un día Capcom podría ver mis ideas y convertirlas en realidad. Ahora, muchos años después, veo con asombro y gratitud cómo en mi país hay personas que ya se dedican profesionalmente a lo que yo soñaba de niño. Y eso me toca el corazón de una manera que no puedo describir.
Es un hecho que la industria del videojuego en México ha crecido, cómo talentos locales están creando juegos como Hannah, me llena de una nostalgia tan profunda que es casi imposible contenerla. Lo que alguna vez fue solo un sueño lejano, ahora es una realidad para muchos, y yo, desde mi lugar, tengo el honor de ser parte de este viaje, contribuyendo a una industria que crece con cada paso.
Es increíble pensar que los sueños de nuestra infancia, esos que parecían imposibles, hoy son alcanzables. Y me conmueve saber que he podido ser testigo de este cambio, de esta evolución. Al final del día, Hannah no es solo un juego que explora los recuerdos y traumas de su protagonista; es también un tributo a todos nosotros, los que alguna vez soñamos con crear, y ahora, de una forma u otra, estamos dejando nuestra marca en este vasto y maravilloso mundo de los videojuegos.
Ver cómo se hacen realidad esos sueños de niño me hace pensar que, a veces, los anhelos más profundos de nuestra infancia no solo nunca se van, sino que encuentran su camino de regreso a nosotros en formas inesperadas y hermosas.
RANK 4/5
Agradezco de nueva cuenta a Spaceboy por enviarnos una copia del juego a la redacción de Frames y permitirme hacer esta reseña.
Hannah, tu historia es el inicio de más viajes con los chicos de SpaceBoy.
Dios Gokú