
¿Alguna vez te has sentido abrumado por el trabajo, las responsabilidades o simplemente por el ritmo acelerado de la vida diaria? Yo sí. Y quizá por eso, cuando termino un día especialmente largo, busco refugio en un tipo de historias que parecen un curita para el corazón: los slice of life.
Una de esas series que continúa con su segunda temporada es I’ve Been Killing Slimes for 300 Years and Maxed Out My Level, actualmente en emisión por Crunchyroll.
I’ve Been Killing Slimes for 300 Years and Maxed Out My Level es mi opción cuando busco una historia suave y reconfortante dentro del género. El anime se desarrolla en un mundo lleno de demonios, dragones y magia, pero lo que realmente importa aquí no es la lucha ni el poder, sino el cariño entre los personajes, la convivencia tranquila y esos pequeños momentos que se vuelven memorables. Momentos que, creo, en la adultez uno empieza a añorar más con el paso del tiempo.
Esta serie toma lo ordinario y lo convierte en una aventura emocional. Nos dice que está bien descansar, reír por cosas simples o simplemente disfrutar de una comida con seres queridos. Y eso es lo que hace que esta historia —y especialmente su segunda temporada— se sienta como tomar una taza de té caliente al final de un día frío: una experiencia sencilla, cálida y reconfortante.
En esta segunda temporada, volvemos a encontrarnos con Azusa Aizawa, una exoficinista japonesa que, tras morir por exceso de trabajo, renació en un mundo de fantasía como una bruja inmortal. Durante 300 años, vivió cazando slimes para sustentarse, hasta alcanzar el nivel 99, el máximo de poder que le brinda habilidades descomunales. En la primera temporada, su único objetivo era vivir plácidamente, pero en el camino se ganó el apodo de “Bruja del Altiplano” por parte de los habitantes del pueblo cercano. Esta nueva entrega retoma esas aventuras cotidianas con el mismo tono apacible que la caracterizó desde el inicio.
Crunchyroll tiene los derechos fuera de Asia, por lo que podemos disfrutarla con subtítulos o doblada al español latino (de hecho, el doblaje fue anunciado poco antes del estreno).
El mayor atractivo de I’ve Been Killing Slimes… es su atmósfera relajada y su humor ligero. Cada episodio es autoconclusivo y cuenta pequeñas historias sin prisas. Por ejemplo, en esta temporada encontramos capítulos como “Visitamos la casa de Beelzebub”, donde una simple visita social se transforma en una serie de situaciones cómicas al estilo de una sitcom; o “Vamos en busca de una mandrágora”, donde Azusa emprende una peculiar búsqueda por una mandrágora mágica.
El diseño de personajes sigue siendo sencillo pero entrañable, lleno de waifus con personalidades muy distintas. El elenco incluye a Azusa, que se ha convertido de forma inesperada en la madre de las adorables Falfa y Shalsha, y ha formado una familia junto a la dragona Laika (quien pasó de ser rival a aprendiz en la primera temporada), la dragona azul Flatorte (rival de Laika), Haikara (una elfa algo indecente, pero noble y descuidada), y Rosalie, una fantasma con una gran actitud.


En comparación con la primera entrega, esta segunda temporada no representa un cambio radical en estructura, animación o fórmula: es bastante consistente —para bien y para mal—. Sin embargo, tras cuatro años de espera, la producción se nota más pulida desde el primer episodio.
Eso sí, tengo que aclarar que tal vez no sea un anime para todos, sobre todo si nunca has salido del shōnen. Aquí no hay grandes giros dramáticos ni luchas épicas. En su lugar, presenciamos aventuras sencillas con un tono de comedia amable (aunque a veces no se salva del fan service).
Además, como en la temporada anterior, Crunchyroll nos regala una versión doblada al español latino con grandes momentos y un elenco de voces talentoso, que incluye a Alicia Vélez, Gaby Gris y Alex Delint.
En conclusión, la segunda temporada de I‘ve Been Killing Slimes for 300 Years and Maxed Out My Level conserva lo mejor de la serie: un ambiente acogedor, personajes adorables y un humor sencillo, pero siempre apreciable. Es el anime perfecto para quien busca relajarse viendo escenas cálidas y divertidas sin estrés. Si disfrutaste la primera entrega, volver con Azusa y su familia es como reencontrarte con viejos conocidos que siempre tienen algo nuevo y tierno que ofrecer. Y para mí, seguir la vida cotidiana de la Bruja del Altiplano sigue resultando igual de entrañable y entretenido que la primera vez.