Gaming Reviews | The Elder Scrolls IV: Oblivion Remastered

The-Elder-Scrolls-IV-Oblivion

14 de mayo, 2025

Cuando The Elder Scrolls IV: Oblivion salió por primera vez, fue un juego que cambió muchas cosas. Para muchos fue su primer gran RPG de mundo abierto, y aunque hoy eso ya no suena tan impresionante, en su momento fue algo enorme. Tenías todo un mundo por explorar, lleno de ciudades, cuevas, misiones y decisiones que sí importaban. Y claro, también NPCs con caras rarísimas que daban miedo, pero se les quería igual.

Yo lo jugué en esa época y la verdad… me voló la cabeza. Era de esos juegos que te atrapaban tanto que ni te dabas cuenta de cuántas horas llevabas jugando. En su momento lo terminé pero por cosas de la vida, me fui alejando de la franquicia. No fue por algo malo, simplemente pasó. Llegaron otros juegos, otras etapas, y dejé atrás esa parte de mí.

Ahora que salió esta versión remasterizada, sentí esas ganas otra vez. Como si el juego me hablara y me dijera: “Eh, ¿te acuerdas de mí?” Y sí, me acordé y realmente no es algo tan difícil puesto que en los últimos años rejugar juegos de mi infancia ha sido parte de mi rutina, pero bueno, me dieron ganas de volver a perderme en ese mundo, aunque ya sabía que Oblivion no es un juego corto. Es de esos que te exige tiempo, paciencia y muchas horas de tu vida. Así que, antes de meterme, tuve que hacer espacio. Literalmente dejé de lado los juegos que suelo jugar todos los días. Lo pensé bien, pero al final dije: va, regresemos.

Y aquí estamos otra vez, con el mismo mapa, la misma esencia… pero con una nueva capa de pintura. ¿Valió la pena?

Vamos por partes, pero antes de comenzar agradezco a mis amigos de Bethesda Latampor hacer llegar a la redacción de Frames una copia de The Elder Scrolls IV: Oblivion Remastered y de esta forma poder traerles esta reseña.

The-Elder-Scrolls-IV-Oblivion
Oblivion Xbox 360 📸eBay
The-Elder-Scrolls-IV-Oblivion
Oblivion Xbox 360

Comenzamos 

 

Hablar de Oblivion es hablar de libertad. Es uno de esos juegos que te suelta en un mundo gigantesco y te dice: “Haz lo que quieras”. Y lo dice en serio.

En este RPG de mundo abierto puedes seguir una historia principal llena de drama imperial, cultos extraños y portales infernales que conectan con otra dimensión —el temido reino de Oblivion—, o puedes ignorarla por completo y dedicarte a explorar bosques, meterte en cuevas, robar en ciudades, cazar venados o convertirte en el líder de un gremio de asesinos. Literal, tú decides.

Lo que hace especial a Oblivion no es solo su historia, sino cómo te deja interactuar con su mundo. No hay caminos marcados, no hay prisa, no hay una voz diciéndote qué hacer cada segundo. Es un juego donde perderte no es un error, es parte de la experiencia.

Pero si decides seguir la historia, te espera una batalla por salvar el Imperio. Tras la muerte del emperador, el mundo se tambalea, y unos portales llenos de criaturas demoníacas están apareciendo por todo el mapa. Tú, un simple prisionero sin nada que perder, te verás envuelto en una aventura que puede cambiar el destino de todo Tamriel. Sin presión, ¿eh?

Y aunque los años han pasado, esa esencia sigue intacta: ese sentimiento de estar dentro de un mundo vivo, con sus propias reglas, sus locuras, su encanto. Oblivion no te lleva de la mano. Al contrario, te suelta… y eso es justamente lo que lo hace tan especial.

Historia

 

La historia de Oblivion es mucho más que una simple batalla contra fuerzas oscuras. Es una historia que te sacude, te envuelve y te mete en un torbellino de emociones. Es el relato de un imperio que se está desmoronando y de un héroe que, al principio, no sabe ni que lo es.

Todo comienza con la inesperada muerte del emperador Uriel Septim VII, un líder venerado por todo Tamriel, quien en sus últimos momentos confía en ti, un prisionero sin nombre, la misión de encontrar a su heredero perdido. Pero el drama se intensifica rápidamente: la desaparición del emperador abre una puerta a lo que nadie pensaba posible. Los portales de Oblivion, esas grietas infernales que conectan nuestro mundo con el reino de los demonios, empiezan a aparecer por todo el continente. Y con ellos llegan los Daedra, criaturas infernales con sed de destrucción, dispuestas a arrasar con todo a su paso.

Lo impresionante de Oblivion no es solo la magnitud de la amenaza, sino cómo te ves arrastrado, casi sin querer, a este cataclismo. Eres un prisionero que no tiene nada que perder, pero de alguna manera eres el único que puede salvar Tamriel. ¿Cómo? Pues, la verdad, nadie te da un manual para hacerlo. Desde el principio, la sensación es clara: estás en un mundo caótico, donde nada es seguro. Las ciudades se ven amenazadas, las familias reales se desintegran, y el mismo Imperio está luchando por encontrar una forma de sobrevivir mientras el mundo arde.

Pero lo que hace realmente única a la historia de Oblivion es la sensación de urgencia. Cada portal de Oblivion que se abre es un recordatorio de que el tiempo se acaba. Mientras corres de un lado a otro, enfrentándote a demonios, vas viendo cómo el mundo cambia: aldeanos huyen, pueblos enteros son destruidos y las fuerzas del mal parecen no tener fin. El caos es palpable, y el peso de las decisiones se siente en cada rincón.

Sin embargo, entre toda esa desesperación, también hay momentos de esperanza. En tu camino encontrarás aliados, personas que aún creen que pueden hacer algo por salvar su hogar. La historia principal te lleva por las ruinas del Imperio, pero también por paisajes majestuosos, bosques profundos, y mazmorras llenas de secretos y misterios. El ritmo es frenético, pero en ocasiones te encontrarás con espacios tranquilos, donde puedes respirar y pensar en lo que está en juego.

A lo largo de esta aventura, las misiones secundarias te invitan a sumergirte en la vida de Cyrodiil. Puedes unirte a gremios, formar alianzas con facciones, o simplemente tomarte un descanso y perderte en una de las muchas ciudades. La grandeza de Oblivion es que todo se siente importante, incluso lo que parece una distracción. Porque cada elección que tomas tiene un peso, y puede cambiar el curso de tu historia.

Al final, no se trata solo de cerrar los portales de Oblivion o de derrotar a los Daedra. Se trata de cómo tú, como el héroe que nunca esperaste ser, te conviertes en el faro de esperanza en medio de un mundo a punto de colapsar. Y es esa sensación de ser parte de algo más grande, de no tener control total pero, aun así, decidir cómo luchar, lo que hace que Oblivion se quede grabado en la memoria de todos los que lo jugaron.

Algo que es muy importante es que conforme vas descubriendo las cosas en este basto mapa te das cuentas que hay una infinidad de cosas por hacer al grado que te vas perdiendo e incluso hay momento en que olvidas tus objetivos principales y esto es por que se vuelve tan entretenido hacer lo que estepa haciendo que el tiempo solo pasa y ni cuenta te das que llevas varias horas en una misión secundaria que hasta cierto punto forma parte de la historia principal.

The-Elder-Scrolls-IV-Oblivion
The-Elder-Scrolls-IV-Oblivion

Jugabilidad

 

Oblivion Remastered es como una caja enorme llena de herramientas, caminos y caos organizado. No te lleva de la mano, no te avisa cuando estás a punto de entrar en un lío ni te da premios por respirar. Este juego quiere que te esfuerces, que observes, que te metas de lleno. Y en tiempos donde los juegos parecen diseñados para que el jugador no se equivoque, Oblivion sigue siendo ese RPG que te deja aprender a base de golpes, exploración y pura curiosidad.

Lo curioso es que, habiendo jugado la versión original hace años, pensé que todo me resultaría familiar. Que sabría por dónde moverme, qué esperar, qué misiones evitar al principio. Y sí, al principio eso me ayudó, no voy a mentir: reconocía ciertos caminos, algunas ciudades, hasta recordaba líneas de diálogo que se me habían quedado grabadas. Pero lo sorprendente fue que, aún con ese conocimiento previo, la experiencia se sintió completamente nueva. No sé si fue por el paso del tiempo, por los retoques visuales, por cómo mejoraron la ambientación, o simplemente porque yo ya soy otro jugador, pero Oblivion Remastered logró que redescubriera un juego que pensé conocer de memoria.

Cuando tomé el control y salí al mundo después de la clásica prisión del inicio, lo primero que sentí fue una especie de vértigo. No porque fuera difícil, sino porque el mapa estaba abierto, sin muletas. No hay “checklist” de cosas por hacer como en los juegos actuales. Puedes ir directo a salvar el mundo… o no. Yo, honestamente, me olvidé de la misión principal durante horas. Me metí a explorar una granja que parecía abandonada y terminé enfrentándome a una secta oculta que usaba magia prohibida. Todo sin que nadie me lo pidiera. Oblivion te recompensa por ser curioso, por alejarte del camino, por perderte.

La libertad aquí no es solo narrativa, es mecánica. Puedes construir a tu personaje como te dé la gana, sin clases estrictas. Si un día decides que quieres ser guerrero, y al siguiente te interesa lanzar hechizos, lo puedes hacer. El juego adapta tu progreso a lo que usas. Nada se siente forzado. Eso sí, si te enfocas mal, puedes hacerte un personaje más débil, y Oblivion no va a frenarte ni decirte que te equivocaste. Ahí está la belleza: aprendes jugando.

El combate sí se siente arcaico, eso no lo voy a negar. No tiene la fluidez ni la espectacularidad de un RPG moderno. Golpear, lanzar hechizos, usar arco… todo tiene un peso que a veces parece torpe, pero es intencional. No es un juego de reflejos, es de decisiones. Elegir cuándo atacar, cuándo huir, cuándo usar una poción, cuándo colarte entre las sombras. Y eso me encanta. Porque aunque no sea el más vistoso, tiene algo muy raro de encontrar: coherencia. Nunca sentí que el juego me hiciera trampa. Si perdía, era porque la regué. Si ganaba, era por cómo jugué, no por una cinemática salvadora.

Una de las cosas que más disfruté fue el sistema de sigilo. No es perfecto, pero tiene alma. Me acuerdo perfecto de una misión donde tenía que entrar a una mansión de noche, robar un amuleto sin que nadie me viera, y salir sin dejar rastro. No sabes el nivel de tensión que sentí escondiéndome detrás de muebles, apagando antorchas, escuchando los pasos de los guardias. El juego no te dice “estás oculto”, tú tienes que confiar en tu instinto. Sentí que realmente estaba infiltrándome, no que estaba resolviendo un puzzle con luces verdes y rojas como en otros juegos. Esos momentos son oro puro.

Y cómo olvidar el gremio de asesinos… esa cadena de misiones es probablemente una de las más impactantes que he vivido en un videojuego. Hay una misión donde tienes que eliminar a varios invitados en una casa sin que nadie sepa que fuiste tú. ¡Una locura! Me metí tanto en el papel que empecé a envenenar comida, cerrar puertas, sembrar evidencia en otras personas. Lo terminé sin que nadie sospechara de mí. Cuando el juego me felicitó por la ejecución perfecta, sentí una satisfacción que pocos títulos me han dado. Y todo eso sin una cinemática gloriosa ni un trofeo brillante. Solo el juego diciéndome: “Lo hiciste bien, sin ayuda”.

Otra cosa que se agradece es cómo el mundo reacciona. Si robas demasiado, serás buscado. Si ayudas a alguien importante, te tratarán distinto. Las ciudades tienen su ritmo, sus personajes tienen rutinas, conversaciones entre ellos que no te involucran, vidas que siguen su curso. Claro, con fallos, con rarezas. A veces un NPC dice la misma frase cinco veces seguidas o camina como si se hubiera desinstalado el alma. Pero eso también es parte de su magia. El mundo tiene personalidad. Tiene errores, sí, pero son errores humanos, no fallos de diseño. Eso le da un sabor que hoy se ha perdido en el perfeccionismo vacío de muchos títulos.

Y hay momentos que te marcan sin que el juego los prepare para ti. Recuerdo haber entrado en una ruina a nivel bajo, por pura necedad. Estuve atrapado más de una hora, sin pociones, sin hechizos suficientes. Terminé escapando con 3 de vida, corriendo por un túnel con un esqueleto detrás de mí, sin saber si iba a sobrevivir. Cuando por fin salí al bosque y vi la luz del atardecer, suspiré como si me hubiera salvado en la vida real. Oblivion hace eso. Te lanza a la aventura, y tú escribes tu propia épica.

Hoy en día, volver a este juego no es solo nostalgia. Es una nueva manera de redescubrir lo que hacía tan especial a los RPGs de antes. Incluso habiéndolo jugado antes, el juego logró sorprenderme, meterme en líos nuevos, emocionarme con cosas que ya conocía pero que ahora se sentían distintas, más intensas, más vivas. Oblivion Remastered es un recordatorio de por qué este juego fue tan importante, pero también es una experiencia completa por sí misma. Y si te dejas llevar, es muy probable que termines perdiéndote por horas en sus bosques, sus gremios, sus decisiones morales, y todas esas pequeñas historias que no aparecen en el menú, pero que se quedan contigo mucho tiempo después de apagar la consola.

Gráficos 

 

Hablar de los gráficos de Oblivion Remastered es como ver una vieja foto de alguien que querías mucho y que ahora vuelve con una sonrisa distinta, más nítida, más viva… pero sigue siendo esa persona. No estamos ante un remake que destruye todo lo anterior para reinventarse; esto es una remasterización hecha con cariño, que respeta las formas y colores originales, pero los retoca con una sensibilidad moderna.

Lo primero que noté fue la iluminación. Ya no es esa luz plana y lavada que recordaba de la versión original. Ahora hay atardeceres que realmente te detienen el paso. Me pasó varias veces: iba camino a una misión, concentrado, y de repente ese sol naranja colándose entre los árboles me hizo frenar solo para mirar. El clima, las sombras, cómo la niebla se cuela entre las montañas… todo tiene un peso visual que antes estaba, sí, pero ahora se siente con fuerza. No exagerado, no artificial, sino más real, más atmosférico.

Los modelos de personajes siguen siendo los mismos en estructura, pero están mucho más cuidados. Las caras ya no parecen hechas de plastilina caliente, y aunque siguen teniendo ese aire rarito tan clásico de Bethesda, hay mejoras notables en la piel, el cabello, la ropa. No es un salto al nivel de un RPG de nueva generación, pero sí el suficiente para que no te saquen de la inmersión. Se nota que quisieron preservar el alma del juego, sin disfrazarlo de algo que no es.

Lo que más me sorprendió fueron los paisajes. Hay momentos en los que simplemente caminar por Cyrodiil es una experiencia por sí sola. Los bosques se sienten más densos, las ciudades tienen una claridad y una profundidad que antes no existían. Entrar a una ruina ahora sí da esa sensación de estar descubriendo un sitio olvidado por siglos, no solo un cuarto oscuro con paredes repetidas. Y ni hablar del agua… ¡por fin el agua luce como algo que quieres evitar mojar tu armadura, no como gel transparente!

¿Es perfecto? No. Hay texturas que siguen cargando su origen del 2006, y de vez en cuando ves una animación tosca, un NPC que camina como si se hubiera resbalado. Pero nada de eso molesta, al contrario, le da identidad. No estamos ante un juego pulido hasta lo estéril. Oblivion Remastered tiene asperezas, pero están balanceadas con un cuidado genuino por mejorar lo que realmente lo necesitaba. Y eso se siente. Se agradece.

Los gráficos no buscan deslumbrarte como si fuera una demo técnica. Buscan transportarte. Te quieren hacer sentir que estás ahí, en ese mundo de fantasía que alguna vez visitaste y que ahora regresa más claro, más bonito, más vivo. Es como si te invitaran a volver a casa… y cuando llegas, todo se siente distinto, pero igual de especial. Y eso, en una industria que muchas veces sacrifica esencia por apariencia, vale oro.

Dificultad

 

La dificultad en Oblivion Remastered no es de esas que te gritan en la cara con jefes imposibles o combos rotos. Es más silenciosa, más mental. No quiere humillarte, quiere retarte. Y lo hace desde lo más básico: el conocimiento del mundo. Aquí no es cuestión de tener mejor equipo, sino de entender las reglas del juego. La dificultad es orgánica.

Al principio, crees que vas bien. Tienes tu espadita, unos hechizos, una armadura decente. Te sientes confiado. Y justo ahí, cuando crees que puedes con todo, Oblivion te da una cachetada elegante: un enemigo que bloquea todo, una cueva con trampas que no viste venir, un conjurador que te borra con dos hechizos sin darte chance de reaccionar. Nada de eso es injusto, pero sí te obliga a adaptarte. Aquí no puedes ir a lo loco. Cada pelea puede ser la última si no estás atento, y eso le da un sabor especial a cada encuentro.

Una cosa que sigue destacando es el nivel dinámico de los enemigos. El mundo crece contigo. Suena bien en papel, pero también significa que si construyes mal a tu personaje, vas a pagar las consecuencias. Y créeme, lo viví. Me clavé mucho en el sigilo y la alquimia. Subía de nivel como loco sin mejorar combate o defensa, y de pronto, hasta los bandidos más básicos me partían la cara. Me tocó reaprender a jugar con lo que tenía. Usar venenos, atacar desde las sombras, huir cuando era necesario. Fue frustrante, pero a la vez muy satisfactorio. Me sentí como un verdadero forajido que tenía que pensar cada paso, cada golpe, cada noche de descanso.

Nunca voy a olvidar una misión donde me metí a una caverna llena de necromantes. Pensé que sería fácil. Me preparé con pociones, armas encantadas y todo. Pero cometí el error de no revisar bien mis hechizos. Cuando me di cuenta, estaba atrapado en una sala con tres magos lanzándome bolas de fuego mientras mi resistencia mágica era la de una galleta. No tenía cómo escapar. Lo más épico: me la jugué corriendo de un lado a otro, usando el entorno, lanzando hechizos baratos solo para distraer, hasta que logré vencer al último con un dardo envenenado que me había guardado «por si acaso». Cuando cayó, sentí un subidón que pocos juegos me han dado. Fue mi victoria, sin ayudas, sin scripts. Solo yo y el sistema.

Y eso es lo que más respeto de Oblivion: te da las herramientas, pero jamás te toma de la mano. Si la riegas, es culpa tuya. Si sobrevives, es porque supiste usar todo lo que aprendiste. No hay marcador de dificultad flotando, no hay “modo historia” que te salve. Aquí te metes, luchas, y te adaptas. Como un verdadero aventurero.

En tiempos donde la dificultad muchas veces se traduce en “enemigos con más vida”, Oblivion Remastered te desafía a ser inteligente, a usar todo lo que el juego te da, a no confiarte. Y eso, más que difícil, es emocionante.

The-Elder-Scrolls-IV-Oblivion
The-Elder-Scrolls-IV-Oblivion

Lo positivo

 

Una de las cosas que más me sorprendieron de Oblivion Remastered fue la estabilidad del juego. Suena raro decirlo, pero los que jugamos el original sabemos lo que era vivir con caídas de frames, bugs locos y NPCs que de pronto decidían irse volando al cielo sin razón. Esta vez, el juego corre fluido, limpio y sin sobresaltos. Eso, para un RPG tan ambicioso y viejo en sus cimientos, es una bendición.

También se nota un trabajo fino en los tiempos de carga. Entrar a una ciudad, una casa o una mazmorra ya no se siente como pasar por aduana. Todo es más ágil, más natural. No rompe el ritmo, y eso hace que la exploración sea mucho más placentera. Puedes perderte sin interrupciones molestas, y eso es clave para meterte de lleno en este mundo.

El menú y la interfaz también recibieron un lavado de cara que se agradece mucho. Ya no parece que estás usando una hoja de Excel medieval. Todo es más claro, más visual, y aunque sigue teniendo ese toque clásico, ahora navegar entre inventario, hechizos y habilidades no es una tortura. Se siente cómodo, que es justo lo que necesita un RPG donde puedes pasar horas solo organizando tu equipo o leyendo libros.

Otra mejora sutil pero poderosa es la IA de los NPCs. Siguen teniendo su rareza —porque es Oblivion, no The Witcher—, pero ahora sus rutinas, reacciones y diálogos contextuales están mejor integrados. Ya no es tan fácil manipularlos ni explotarlos con mecánicas viejas. Se nota que ajustaron cosas para evitar que uno rompa el juego tan fácil como antes.

Y visualmente, más allá de lo general, hay un punto clave: las nuevas texturas en objetos menores. Las pociones, libros, herramientas, platos, muebles… todo lo que antes parecía una mancha borrosa ahora tiene detalles que suman a la inmersión. Son cosas pequeñas, pero que hacen sentir que estás en un mundo que alguien se tomó el tiempo de construir con atención. Incluso los efectos visuales de algunos hechizos se ven más potentes, más definidos, con una identidad propia.

Algo que vale oro hoy en día: no hay microtransacciones, ni contenido recortado, ni “cosas por desbloquear con pase premium”. Compras el juego, lo juegas, lo exploras, y listo. No hay truco. No hay trampa. En una industria cada vez más llena de atajos monetizables, esto se siente como un respiro honesto.

Lo negativo

 

Ahora, si bien Oblivion Remastered es una experiencia sólida, no podemos ignorar que aún tiene sus áreas grises. Aunque las mejoras gráficas y de rendimiento son palpables, ciertos aspectos que ya se sentían anticuados en el original siguen dando vueltas, como si el juego no supiera si quiere ser un clásico o algo más moderno.

A pesar de los ajustes, la inteligencia artificial de los NPCs sigue siendo una de las mayores decepciones. No me malinterpretes, es impresionante ver que reaccionen a tus acciones de una manera más fluida en comparación con el juego original, pero cuando te enfrentas a combates en grupo o ves a los enemigos atrapados en esquinas, te das cuenta de que la IA sigue sin evolucionar como debería. En algunos momentos, los enemigos actúan de una forma tan errática que puede sacar una sonrisa… pero no de la buena. Y ni hablar de las veces que un NPC se queda trabado o simplemente se queda parado, mirando el techo mientras tú estás frente a él, listo para robarle todo su oro.

Aunque las mejoras gráficas son obvias, no podemos negar que las animaciones siguen siendo toscas. Las peleas, aunque mejoradas visualmente, mantienen esa sensación de rigidez que los fanáticos de los RPGs de la época ya reconocen. Es como si los personajes estuvieran moviéndose sobre raíles. Al principio no lo notas mucho, pero conforme pasas más tiempo en combates y conversaciones, la falta de fluidez se hace más evidente. Los saltos, las caminatas, y las interacciones entre personajes parecen más de un juego de 2006 que de un remaster en 2025. A veces, esos pequeños detalles rompen la inmersión.

A pesar de que los menús fueron mejorados, sigue sintiéndose un poco engorroso. Claro, ya no es tan pesado como el original, pero con la cantidad de objetos, pociones, hechizos y misiones que el juego ofrece, navegar por todo eso puede ser un dolor de cabeza. Si bien la interfaz se ve más limpia y organizada, a veces te encuentras con una sobrecarga de información que no sabe cómo presentarse de forma fluida. No es un deal-breaker, pero en comparación con otros RPGs más recientes, el sistema sigue sintiendo algo arcaico.

Las misiones secundarias en Oblivion siempre fueron un punto divisivo. Hay quienes las aman por su profundidad y los giros interesantes que pueden tener, pero otras veces te enfrentas a misiones que se sienten como relleno puro. En especial las de los gremios más pequeños o las que te piden hacer algo sin una historia de fondo decente. Puede que estés inmerso en una narrativa principal épica, pero luego un NPC te pide ir a matar 20 ratones en una cueva que se siente más como una tarea burocrática que como una misión que valga la pena. Eso, aunque puede ser parte del encanto clásico, hoy en día, con tantos juegos que optimizan la experiencia, se siente un poco anticuado.

Aunque el mapa es enorme y se ve impresionante, en algunos puntos, el mundo sigue sintiéndose vacío. Si bien hay ciudades, aldeas y mazmorras por explorar, hay grandes áreas que no están tan llenas de vida o que se sienten como espacios en los que te “dejas llevar” por el juego pero sin que realmente te ofrezcan algo significativo. El hecho de que las estaciones del año no tengan un impacto real en el gameplay, el clima se sienta muy lineal, o que los pueblos más pequeños se sientan insuficientemente desarrollados, puede restar puntos a la experiencia. No es que el juego sea “vacío”, pero a veces le falta un toque extra de detalles que te hagan sentir que realmente el mundo es tan vasto como lo venden.

Finalmente, la sensación de que el juego se queda corto en algunos aspectos en comparación con RPGs más recientes es algo que no se puede ignorar. Y aunque eso podría ser parte de la “nostalgia” o la “experiencia clásica”, hay momentos en los que Oblivion Remastered muestra sus heridas de edad. Las mecánicas, el sistema de combate, incluso la falta de interacción con el mundo de la misma manera que otros títulos actuales, hace que el juego se sienta algo anticuado para los estándares de hoy. No es que no sea disfrutado, es simplemente que a veces las mejoras no son suficientes para cubrir las huellas del paso del tiempo.

Conclusión

 

Oblivion Remastered es, sin lugar a dudas, un regreso grandioso a uno de los RPGs más emblemáticos de todos los tiempos. Lo que ofrece es un viaje lleno de nostalgia y momentos que nos marcaron, como esos días en los que nos sumergíamos en el vasto mundo de Tamriel, olvidándonos del mundo real. Las mejoras visuales, la mayor estabilidad en el rendimiento y el refinamiento de algunas mecánicas hacen que, hoy en día, la experiencia sea más accesible y placentera que nunca. Para quienes jugamos la versión original, hay algo profundamente gratificante al ver cómo este clásico ha sido renovado de una forma tan fiel, sin perder su esencia.

Pero no todo es perfecto, y esa es también parte de la magia de Oblivion. Es cierto que algunos aspectos todavía conservan su antigüedad, desde la inteligencia artificial algo torpe hasta las animaciones que siguen sin sentirse del todo naturales. Sin embargo, a pesar de sus fallos, es difícil no rendirse ante su inmensa variedad de contenido y la libertad ilimitada que ofrece. La sensación de estar en un mundo tan extenso y lleno de relatos por descubrir es algo que pocos juegos logran ofrecer de la misma manera.

Oblivion Remastered no intenta reinventarse ni adaptarse completamente a los estándares actuales, pero lo hace de una forma que te hace recordar por qué te cautivó en su momento. Es una carta de amor al pasado, pero también una oportunidad para revivir la experiencia, con la certeza de que, aunque el tiempo haya pasado, la magia sigue intacta.

Para los jugadores veteranos, es un regreso a ese hogar que nunca dejamos del todo; para los nuevos, es una puerta abierta a una era dorada de los RPGs. Si sabes lo que Oblivion representa, no necesitarás ninguna otra razón para sumergirte de nuevo en esta aventura. Y si aún no lo conoces, prepárate para enamorarte de un juego que, a pesar de sus imperfecciones, ha influido en muchos de los RPGs actuales que hoy disfrutamos. 

esfera_4

RANK 4/5

Oblivion no solo me brindó una historia, me dio una experiencia única. Y si algo aprendí, es que, a veces, los mejores viajes son los que ya conoces, solo que los miras con una nueva perspectiva.

Dios Gokú

Scroll al inicio