Cine Reviews | Karate Kid: Leyendas

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8 de mayo, 2025

Hay películas que nacen para revivir franquicias. Y luego está Karate Kid: Leyendas, que no solo revive, sino que une hilos que muchos creían inconectables. Esta nueva entrega no es un simple reboot ni un spin-off desorientado: es un puente emocional entre generaciones, una carta de amor al legado de Miyagi, al kung fu que nos regaló Jackie Chan en 2010, y al espíritu eterno de LaRusso y su búsqueda constante por mantener el equilibrio.

Antes de continuar con esta reseña, quisiera agradecer a Sony Pictures México por la invitación al equipo de Frames a la función de medios.

La historia gira en torno a Li Fong, un joven que lo tiene todo… menos estabilidad emocional. Cuando una tragedia lo obliga a dejar Pekín y mudarse con su madre a Nueva York, empieza el verdadero viaje: adaptarse, sobrevivir y entender que a veces, para encontrar paz, hay que aprender a pelear. Pero aquí no se trata de peleas vacías o de torneos glorificados. Se trata de identidad. De encontrar un camino en medio del ruido, de las pérdidas y de las expectativas que otros tienen sobre ti.

Ahí es cuando aparecen los pesos pesados: Mr. Han —interpretado por Jackie Chan, en un regreso que se siente cómodo y auténtico— y Daniel LaRusso, que sigue siendo ese sensei con más corazón que ego, siempre buscando enseñar algo más allá del golpe. Juntos, ayudan a Li a combinar lo mejor del kung fu con la esencia del Miyagi-Do, y esa fusión no solo funciona narrativamente… emociona.

Lo que más sorprende de Karate Kid: Leyendas es su sinceridad. No intenta reinventar la rueda ni llenarse de efectos artificiales para impresionar. Va directo al grano: te cuenta una historia con alma, con combates bien coreografiados, con respeto por la mitología de la franquicia y con un equilibrio justo entre nostalgia y novedad. No necesitas haber visto Cobra Kai o la peli de 2010 para entenderla, pero si lo hiciste, cada escena tiene un sabor extra, como si te estuvieran guiñando el ojo desde el dojo.

Hay momentos que te sacan una sonrisa genuina, otros que aprietan el corazón, y varios donde el cuerpo te pide pararte del sillón y gritar “¡dale, campeón!”. No es exageración. Es que Karate Kid: Leyendas logra lo que pocas películas de legado pueden: conectar sin manipular, emocionar sin forzar y cerrar el círculo sin sentirse como un adiós.

Y sí, tengo que decirlo: ver a Jackie Chan y Ralph Macchio compartir pantalla me regresó a esas tardes donde, con los dedos pegajosos de papitas y el control remoto en mano, ponía una y otra vez el VHS de Karate Kid. Soñaba con tener un señor Miyagi que me enseñara a encontrar el equilibrio entre la tarea, los videojuegos y noquear bullies imaginarios. Hoy, décadas después, ver cómo la saga sigue viva y evolucionando me recordó por qué amo contar historias. Porque las leyendas no se apagan, se transforman.

Karate Kid: Leyendas es más que una película; es una lección. No solo sobre artes marciales, sino sobre familia, identidad y cómo las verdaderas leyendas no se miden por las medallas, sino por lo que inspiran. Y esta, sin duda, inspira.

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Dios Gokú

 

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