8 de mayo, 2025

Hay thrillers que intentan asustarte con sangre. Otros que te lanzan persecuciones, explosiones y gritos. Pero luego aparece Encerrado (2025), una película tan contenida como brutal, que demuestra que el terror verdadero no necesita salir corriendo: se queda contigo, encerrado, como su protagonista.

Antes de continuar con esta reseña, quisiera agradecer a Diamond Films México por la invitación al equipo de Frames a la función de medios.

Basada en la argentina 4×4, esta versión gringa toma la idea original y la refina con un elenco que impone. Bill Skarsgård (sí, el mismo que fue Pennywise, pero aquí sin payasadas) interpreta a Eddie Barrish, un ladrón cualquiera que, en un día cualquiera, decide robar un auto. Spoiler sin culpa: ese día se le arruinó la carrera delictiva. El SUV que intenta robar está blindado… y tiene dueño: William, un médico retirado interpretado por Anthony Hopkins, que convierte su camioneta en una trampa perfecta. Pero esto no es una peli de vigilantes tipo “El Castigador” con testosterona y pólvora. No. Esto es una partida de ajedrez, encerrada en cuatro puertas y muchas heridas internas.

La película juega con el encierro físico y emocional de forma magistral. La dirección de David Yarovesky es precisa, casi quirúrgica. No necesita mil locaciones: le basta con un solo vehículo para construir una tensión que no afloja. Y sí, hay violencia, pero más que eso, hay una crítica: a la justicia que no llega, a la frustración de una sociedad que siente que todo se puede romper sin consecuencias, y al dolor de quien ya perdió demasiado.

Anthony Hopkins está… bueno, es Anthony Hopkins. Te puede contar un chiste o un trauma con la misma mirada, y en Encerrado lo hace todo desde la distancia, manipulando cada situación sin necesidad de levantar la voz. Skarsgård, por su parte, carga con el 90% de la película metido en el coche, y logra que lo odies, lo entiendas, y hasta le tengas lástima. Es una montaña rusa emocional… pero con los cinturones bien puestos.

¿Lo mejor? Que Encerrado no intenta justificar a nadie. No te da respuestas claras. ¿Quién es la víctima? ¿Quién está peor? ¿Y hasta dónde llega el derecho a defender lo tuyo? Cada espectador saldrá con una teoría distinta, y eso es precisamente lo que la hace tan efectiva. No es solo suspenso, es un dilema ético disfrazado de thriller.

A mí me atrapó, literal y emocionalmente. Me recordó a esas veces que uno quiere gritarle al mundo desde el encierro simbólico —cuando te critican sin saber, cuando la injusticia se vuelve rutina, cuando las redes están llenas de haters cómodos detrás de su “blindaje”. Esta peli, sin pretenderlo, te confronta. Te hace pensar. Y lo hace con estilo, con actuaciones de lujo y sin una sola escena de relleno.

Encerrado no necesita más que un auto, dos actores sólidos y una idea potente para darte una experiencia cinematográfica intensa y reflexiva. Es una de esas películas que no se olvidan al apagar la pantalla… porque el encierro, cuando está bien contado, se queda adentro.

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Dios Gokú