Cine Reviews | Un completo desconocido

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3 de febrero, 2025

Hablar de Bob Dylan es adentrarse en un cruce de caminos donde la música y la literatura convergen con la historia y la cultura. No es solo un músico, ni solo un poeta: es un cronista de su tiempo, un símbolo de la contracultura, y una voz que ha resonado a lo largo de generaciones. Su impacto en la industria musical es innegable; con su estilo único, fusionó el folk tradicional con letras cargadas de significado

Canciones como Blowin’ in the Wind y The Times They Are A-Changin’ se convirtieron en himnos de los movimientos por los derechos civiles y contra la guerra en los años 60, encapsulando el sentir de una generación que buscaba cambios profundos en la sociedad. Pero Dylan no se detuvo allí. Su constante evolución, desde el folk acústico hasta el rock eléctrico, desafiando incluso a sus propios seguidores.

Este complejo y fascinante legado es el que Un completo desconocido (A Complete Unknown), la película que busca capturar los primeros años de su carrera. Dirigida por James Mangold y protagonizada por Timothée Chalamet, la cinta se adentra en el momento en que Dylan, un joven de Minnesota, llega a Nueva York en busca de Woody Guthrie y, sin saberlo, está a punto de convertirse en una de las figuras más influyentes del siglo XX.

Lo que más me atrapó de Un completo desconocido fue la forma en que logra sumergirte por completo en la atmósfera de los años 60. La dirección de arte de François Audouy es simplemente magistral; cada detalle, desde los rincones polvorientos de los cafés bohemios hasta las calles vibrantes de Nueva York, está tan cuidadosamente trabajado que sientes que caminas junto a Dylan mientras la ciudad respira y se agita a su alrededor. Pero no es solo la estética, los diálogos también juegan su papel, tan auténticos que pareciera que estás escuchando conversaciones reales, capturando el espíritu rebelde y soñador de la época.

Nueva York no es solo el telón de fondo, es otro protagonista. La ciudad está viva, palpitante, reflejando el caos y la belleza de una sociedad en plena transformación, donde la música y la protesta social van de la mano. Y luego está la fotografía de Phedon Papamichael, que es una joya. Las luces y sombras están tan bien cuidadas que cada escena se siente como una postal de aquella era, cargada de nostalgia y emoción. Papamichael y James Mangold, que ya han trabajado juntos antes, logran una química visual que hace que la película no solo se vea increíble, sino que te cale hondo, como si esas imágenes y momentos se quedaran contigo mucho después de que terminen los créditos.

También me sorprendió cómo el romance se entrelaza con la trama principal. La película no solo se enfoca en la música y la transformación cultural de la época, sino que también explora el triángulo amoroso entre Sylvie Russo (inspirada en la artista plástica Suze Rotolo), Bob Dylan y la icónica cantautora folk Joan Baez. Sin embargo, debo decir que Elle Fanning, quien interpreta a Sylvie, le faltó algo de esencia; su actuación carece de la chispa y profundidad que esperaba para un personaje tan importante en la vida de Dylan. En contraste, Monica Barbaro hace un trabajo sólido como Joan Baez, capturando con convicción su espíritu y presencia escénica. Algo que no pude evitar notar es cómo la película embellece a sus personajes. Aunque claramente inspirados en personas reales, tanto Dylan como sus compañeras en pantalla se ven bastante más alineados con los estándares de belleza tradicionales. Es ese típico caso donde “las películas son como la vida, pero con gente más guapa”, y aquí esa frase cobra todo el sentido. Aunque no afecta directamente la narrativa, sí da la sensación de que la estética está cuidada al extremo, lo cual puede alejar un poco de la crudeza y realismo que uno esperaría en una historia tan íntima y rebelde como la de Dylan.

En definitiva, Un completo desconocido es una película que, al igual que el hombre al que intenta retratar, no se apoya en grandilocuencias ni efectos desmedidos, sino en la simpleza y la honestidad. La narrativa y el ritmo están bien construidos y logran mantenerte enganchado, aunque es cierto que en algunos momentos puede sentirse una falta de emoción más visceral. Lo que realmente destaca es la franqueza con la que se presenta a Dylan, mostrando las múltiples facetas de su personalidad: su innegable talento, su intelectualismo y su espíritu rebelde, pero también su frialdad y falta de empatía en sus relaciones amorosas, también tener en cuenta que la película no se queda solo en sus defectos; ya que resalta el profundo respeto y admiración que Dylan sentía por otros artistas de los cuales podríamos hablar en otra reseña. 

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Dios Gokú

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